Izhin

En una paradisíaca estancia, el cuerpo reposa frívolo y taciturno. Un cielo pulcro, teñido en una lluvia de tonalidades sonrosadas y purpúreas transforman del ambiente previsto en la víspera del atardecer como un juego de luces. Uno ciertamente, hipnotizante. Con ojos perdidos, ilusorios y utópicos dibujó la silueta de imágenes entre las nubes que contrastaban y entonaban ciertos lienzos en el firmamento. Otras veces, sólo se dedicaba a soplar en un ideal por borrar determinados recuerdos, como si su gesto realmente tuviese la suerte de dispersar el nubarrón y con ello todas esas cosas que ja